Redescubriendo el asombro

by Bishop Joensen | July 16, 2024

Bishop Joensen

El fallecido médico y novelista católico Walker Percy, en su ensayo, “La Perdida de la Criatura,” medita sobre el reto de permitirnos el realmente contemplar el mundo tal y como es sin la predisposición de conceptos o expectativas impuestas ante los escenarios u objectos con los que nos encontramos. Él nos pone el siguiente ejemplo y cuestiona: “García López de Cárdenas descubrió el Gran Cañón y estaba maravillado ante la vista. Se puede imaginar: uno cruza millas de desierto, se abre camino entre los mesquites y ahí está a los pies de uno. Luego el gobierno establece el sitio como parque nacional, esperando que la experiencia de Cárdenas la puedan compartir millones. ¿No tiene alguien la misma vista de los que vio Cárdenas desde el Albergue Bright Angel?”

Él responde su propia pregunta, “No.” “¿Por qué es imposible el observar el Gran Cañón directamente bajo estas circunstancias y verlo por lo que es – como cuando alguien levanta un objecto extraño en su propio jardín y lo observa directamente? Es casi imposible porque el Gran Cañón, como es, ha sido apropiado por el complejo simbolismo que se ha formado en la mente del visitante” (tomado de “La Perdida de la Creatura,” en Siendo Humano, edición Leon Kass, págs. 541-52, a la 542-43).

Siguiendo a Percy, todos tenemos nuestra propia “colección personal de postales” – u hoy en día, el banco de memoria de “selfis” que otros han compartido con nosotros – y que utilizamos como la marca con la cual medimos nuestra experiencia, frecuentemente renunciando a nuestra propia capacidad de ver y de sentir la naturaleza y las culturas humanas como son realmente en vez de lo que suponemos que son – lo cual es muy desafortunado. Cuando caemos ante esta tendencia, reducimos inevitablemente las creaciones de Dios y de los humanos, haciéndolas menos accesibles, aburridas y sin autenticidad. El verdadero ser nos elude cuando elevamos las construcciones de nuestra imaginación sobre una capacidad contemplativa más modesta, receptiva y contemplativa, en vez de simplemente observar y maravillarnos del mundo, dejando que lo que se revela por sí mismo ante nosotros bajo sus propios términos, en vez de someterse a nuestra propia prerrogativa como conocedores. Quedamos como turistas en vez de ser peregrinos fijándonos en un encuentro misterioso con un destino y una meta que se revelan a sí mismas en momentos de gracia que no podemos preparar.

Y como lo previene el Papa Francisco en su crítica la “turismo espiritual,” este fenómeno puede que suceda no solamente entre quienes exploran los parques nacionales y otros tesoros que nos tiene guardados la naturaleza, pero incluso en los ambientes religiosos y espirituales, en donde las excursiones y eventos pueden restringirse por los límites de nuestros “yo” subjetivos, en vez de una amplia injerencia en donde nos sometemos humildemente al “qué” y al “Quién” que nos espera.

El católico Percy propone sus propias estrategias para escaparnos de nuestras propias tendencias reductivas, pero aquí volteo a ver lo que para mí era, irónicamente (dadas mis propias presunciones), una fuente sorprendente: el profesor de psicología social, prolífico autor y ateo Johnathan Haidt. En uno de sus más recientes trabajos, La Generación Ansiosa: Cómo el Gran Recableado de la Niñez está Causando una Epidemia de Salud Mental, Haidt documenta y diagnostica las causas de la precipitosa caída en la salud mental de los adolescentes que ha tomado lugar desde el 2010 con la llegada de los teléfonos inteligentes y sus cuatro daños fundacionales: falta de sueño, aislamiento social, fragmentación de la atención y adicción.

Hay mucho que considerar y de qué preocuparse del análisis de Haidt, incluyendo su recomendación de que el acceso a los teléfonos durante el curso normal de un día escolar sea restringido de manera unilateral; les recomiendo que lean Ansiedad por su propia cuenta y que anticipen serias conversaciones con nuestros educadores, padres y tutores en las escuelas católicas en los próximos meses.

De igual forma Haidt ofrece un consejo positivo dirigido hacia la propia trascendencia que nos lleve a una experiencia genuinamente espiritual (aunque no inherentemente religiosa) que silencie el “modo profano en red” de circuitos cognitivos bajo los cuales se capitalizan las redes sociales. Estos nos acostumbran a “pensar primero sobre nosotros mismo; a ser materialistas, críticos, presumidos y mezquinos; buscando gloria como algo cuantificado por el número de seguidores y de marcas de ‘me gusta’” (La Generación Ansiosa, págs. 208-9).

Haidt, concertadamente con otro psicólogo social, Dacher Keltner, autor del libro del 2023 Asombro, no entrena para cultivar un sentido de asombro que nos abre hacia el exterior en vez de reforzar el domino de un punto de vista egocéntrico. En el catálogo de experiencias asombrosas de Keltner está ordenado en “ocho maravillas de la vida”: “la belleza moral, la efervescencia colectiva, naturaleza, música, diseño visual, asombro espiritual y religioso, vida y muerte, y epifanías (momentos en los cuales nace un entendimiento nuevo y grandioso).”

Ambos Keltner y Haidt asignan a sus estudiantes a tomas “caminatas de asombro” que no necesariamente les lleven más allá de establecimientos urbanos, pero que puedan encontrar los oasis de la naturaleza que surgen en parques y otras instalaciones accesibles para las personas, tales como las que diseñó o inspiró Frederick Law Olmsted, Sr. (los cuales, además del Central Park en la ciudad de Nueva York, más cercano a casa incluyen los parques Grandview, Greenwood, el Union, y Water Works Parks en Des Moines).

Las reflexiones de sus estudiantes sobre sus experiencias daban testimonio al despertar de los sentidos de belleza y maravilla que surgen de la contemplación tanto de la naturaleza como des personas, similar a las “chispas” que resuenan con nuestra atracción “biofílica” a entrometernos y a “relacionarnos con otras formas de vida.” Hay un efecto terapéutico y restaurador que calma la ansiedad y el estrés – pero solamente si dejamos de lado nuestros teléfonos y nuestros prejuicios. Un hábito comienza a tomar el precedente que obliga a invertir de nuestra propia equidad del sudor, y que rápidamente nos lleva a reconocer que lo que recibimos trasciende por mucho nuestros propios esfuerzos e iniciativas.

En contraste al asombro pleno, Haidt compara la experiencia en donde “vemos una foto de las Cataratas Victoria, tomada desde un dron y que nos da una mejor vista de lo pudiéramos ver en persona, y, aun así, como la imagen completa se muestra en una pantalla del tamaño de nuestra mano, y como nosotros no trabajamos para llegar a las cataratas, no va a generar tanto asombro como el que tuviéramos por caminar a una catarata mucho más pequeña por nosotros mismo” (ibid., págs. 212-215). Percy, sostengo, estaría completamente de acuerdo.

¿Cómo vas u grado de asombro este verano? Si han tenido el privilegio de hacer una pausa por algunas horas, o incluso por algunos días o más para recuperar un tiempo de ocio y de descanso, ¿cómo han sido estas experiencias de asombro? ¿Ha sido más ‘turista’ o peregrino’? Si anticipa participar en el RAGBRAI en su recorrido y paradas en cuatro poblados dentro de nuestra Diócesis, ¿busca usted cultivar un espíritu contemplativo en las horas tempranas de la mañana cuando la salida del sol se asoma sobre los verdes campos de maíz y en los bosques de las cañadas y ríos adyacentes, o buscan más el empaparse de los baños y celebraciones en las calles? Y ¿hablará por sí misma al presentarse la posibilidad de observar la belleza y el asombro que genera, o se validará solamente cuando alguien se tome la respectiva selfi?

En término de mi propio nivel de asombro, debo tener mi propio pastel y comerlo, al menos en dos ocasiones recientes: la primera fue en la mañana del 24 de junio en la Procesión Eucarística Nacional Serra que procedió a lo largo de la ruta de Wabash Trace Trail del sur de Council Bluffs hasta un punto cerca de Glenwood. El enfoque en la Custodia que portaba a nuestro Señor Eucarístico, que nos turnábamos otro sacerdote y yo y estando rodeados de fieles seguidores que tomaban turnos en cantar y en contemplar en silencio el amor del Señor encarnado sacramentalmente y presente bajo el techo catedrático de la sombra de los árboles que se alineaban en el camino y que fue – perdonando el coloquialismo – verdaderamente “asombroso.”

También fui bendecido recientemente con la oportunidad de unirme a mi hermano Mark, a su hijo y otros amigos en un local en la orilla de la bahía del océano por algunos días en donde pude simplemente sentarme y meditar sobre las quebrantes olas que se acercaban y alejaban con la marea por varias horas del día – antes de regresar con nuestro grupo para disfrutar de otra deliciosa comida, cortesía de la habilidad culinaria de Mark. Fue una gran oportunidad para ir más allá de mí mismo y del yugo de asuntos y reocupaciones que tienden a desgastar mi alma antes de volver hacia el misterioso Autor por quien fueron creadas todas las cosas.

Solamente cuando permite que el Espíritu me llame a mis verdaderos sentidos y me transformo nuevamente de turista a peregrino – y al mismo tiempo, recibo la paz, la energía, el deseo de seguir adelante hacia la Luz que está al otro lado del cañón y que, su inmensa escala y luminosidad no pueden ser captadas con una fotografía.

Bishop Joensen

The Most Reverend William Joensen is the current bishop for the Diocese of Des Moines, having been ordained and installed in 2019.