¿Por qué Esperar la Temporada del Pescado Frito?

by Bishop Joensen | February 19, 2025

El programa después de escuela que alimenta a más de 20

Antes de ingresar al seminario, me uní junto a otros compañeros en la Universidad de Iowa a la Asociación Histórica de Medicina. Se nos invitó a tomar parte en su banquete anual en un buen restaurante local un viernes en la noche durante Cuaresma. Cuando nos sirvieron el plato principal, los meseros trajeron los platos con enormes bistecs ribeye. Un par de compañeros míos católicos y yo nos volteamos a ver curiosamente unos a otros; uno de nosotros preguntó si tenían alguna alternativa de pescado o platillo sin carne y cuando nos dijeron que ‘no,’ devoramos nuestros bistecs.

Pueden estar en desacuerdo con nuestra decisión calificándola como una ofensa contra la serie disciplina cuaresmal de la abstinencia de carne los viernes y como un cúmulo de desobediencia contra Jesús y la ley de la Iglesia, y pueden tener razón. Pero para mí, era simplemente un asunto no tanto de antojo de carne de res sino más bien un sentido de no desperdiciar algo tan caro y que requirió tanto trabajo. Una vaca entregó su vida para consumo humano, y hubiera sido una gran vergüenza que terminara en la basura.

Me viene a la mente esta experiencia tanto porque se aproxima rápidamente la Cuaresma (el Miércoles de Ceniza es el 5 de marzo), y por algunos comentarios que hizo un colega mío en noviembre pasado en nuestra reunión anual de otoño de los obispos, en el Comité de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano de los Obispos de los Estados Unidos, el Arzobispo de Filadelfia de la Iglesia Greco Católica Ucraniana, Borys Gudziak.  Al reconocer que el 2025 es tanto un año de Jubileo ordinario para la Iglesia Universal y el 10mo aniversario de la publicación de la carta encíclica del Papa Francisco Laudato Si, “Sobre el Cuidado de la Casa Común,” el Arzobispo Gudziak llamó al regreso de la tradición católica de abstenernos de carne los viernes, pero no solamente durante la Cuaresma, sino que durante todo el año. Él no pidió a los obispos que aprobaran una nueva legislación disciplinaria que obligara a los fieles (como lo hicieron los obispos católicos de Inglaterra y Gales en el 2011), pero ofreció razones tanto espirituales como morales del por qué la práctica de abstinencia es aún más relevante, apropiada y bienvenida en nuestro contexto actual.

Aunque aún no lo observo perfectamente, me encuentro convencido y obligado a responder al llamado del Arzobispo Gudziak con mayor firmeza y propósito. Al “encontrarle el sentido” de esta forma, estaría honrando el propósito de los obispos de los Estados Unidos cuando retiraron la obligación de abstinencia los viernes luego de la conclusión del Concilio Vaticano Segundo, cuando exhortaron que “la comunidad católica seguirá absteniéndose de carne ordinariamente por voluntad propia igual que lo hicimos anteriormente en obediencia a la ley de la iglesia.”

Conozco gente que sigue acogiendo rigurosos ayunos y abstinencia todos los miércoles y viernes, de acuerdo con costumbres de los primeros cristianos, quienes solamente consumen pan y agua y quienes toman solamente una comida completa en esos días. Ellos son profetas al estilo de Jesús y de Juan Bautista, quienes acogieron períodos de ayuno radical como un método de solidaridad e intercesión   por una humanidad pecadora; también buscaban fortalecerse espiritualmente contra las fuerzas que nos tientan hacia la pereza y la autoindulgencia. Los malignos impostores nos dicen que somos los amos de nuestra persona, en cuerpo y alma, que debemos redefinir a nuestro favor las líneas de consumo y del equilibrio de la relación entre Dios, la comunidad humana y la naturaleza.

En su Muerte en la Cruz, Jesús expone las causas fundamentales de la devastación de la pobreza, hambre, guerra y corrupción ambiental que son resultado de nuestra esclavitud ante el poder, el placer y el orgullo. El abstenerse de carne los viernes reconociendo la pasión de Cristo intensifica nuestra identidad con nuestro Señor crucificado; es una forma de penitencia que energiza nuestro deseo de seguir a Jesús como su discípulo negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz personal todos los días de la semana (ver Lucas 9:23). 

La abstinencia cataliza nuestra cooperación con Jesús en su misión de salvar al mundo de sí mismo. El renunciar a la carne los viernes es una forma modesta de templanza que se impregna en otros aspectos y en otras virtudes morales cardinales, incluyendo la castidad y la fortaleza. Nos llama a echar una mirada hacia afuera y hacia arriba más allá de nosotros. En las palabras del Obispo Erik Varden, un autor spiritual noruego y monje Trapista, el abstenerse de carne es una forma con sabor eucarístico de “levantemos el corazón,” que recupera la belleza de la intimidad corporal que está tejida profundamente a nuestro llamado universal a la santidad.

La abstinencia nos ayuda a recuperar el sentido y mantener el rumbo en nuestro peregrinar comunitario hacia el cielo; es un acto de esperanza. De nuevo Varden: “La Iglesia, seguramente, está llamada a ofrecer la brújula por medio de la cual la gente de buena voluntad para que se puedan orientar en tiempos de confusión, para no correr siguiendo a las multitudes como un viejo y jadeante perro que trata de mantenerse al ritmo de la cacería” (Castidad págs. 115-16).

La abstinencia nos ayuda a ver el mundo como es, no como la fantasía que esperan nuestros apetitos desordenados. En Laudato Si, el Papa Francisco alaba la espiritualidad cristiana inspirada en el Evangelio que es tanto contemplativa como simple en su centro. Porque, como lo dice el Santo Padre, cuando “reconocemos que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes,” podremos “aceptar nuestros propios cuerpos como don de Dios y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común” (LS n. 155). 

Este estilo de simple gratitud no es una baja de intensidad de la vida. “sino todo lo contrario, es una forma de vivir plenamente.”  Porque son aquellos “los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen,” quienes pueden “experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa.” La abstinencia (junto con el ayuno) nos ayuda a “disminuir las necesidades insatisfechas” liberándonos para “desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración” (LS n. 223).

Muchas parroquias de nuestra Diócesis están justificadamente orgullosas de las cenas de pescado frita que auspician en los viernes de Cuaresma. Promovidas en parte por la disciplina de la abstinencia cuaresmal que nos lleva a buscar alternativas a la carne, se han convertido más en momentos en que podemos encontrar el placer de los encuentros que tenemos con amigos, familiares y nuevos vecinos. ¡La abstinencia es verdaderamente una ocasión de presencia mutua echa realidad! El hecho de preparar y servir las comidas es una forma de construir comunidad entre diferentes generaciones que da fruto a un sentido más profundo de conexión y de solidaridad que trascienden el precio que llena el plato. Idealmente, las cenas de pescado frito de las parroquias no es un asunto aislado que simplemente refuerza círculos de relaciones existentes, ni promueve una mentalidad de “para llevar” en donde se pierde la oportunidad de cultivar conexiones con Cristo (aunque hay ciertamente razones justificables para recoger comida para los confinados en casa o para personas vulnerables que evaden el clima o el estar entre multitudes, o alguna madre soltera tratando de mantener a los hijos en orden.)

Algunos de ustedes saben que este pasado mes de enero me uní al jubilado Padre Ray McHenry, algunos miembros de la parroquia de San Francisco de Asís en West Des Moines y otros amigos cristianos a un viaje de misión a la Provincia Limpopo en Sudáfrica, cerca de la ciudad de Mokopane. Este viaje fue el décimo del Padre Ray bajo el auspicio de Ministerios Internacionales Blessman, cuyos “padrinos” fundadores son el Dr. Jim Blessman y su esposa Beth. Junto con su equipo y varios acompañantes, incluyendo la Caravana de Esperanza y Meals from the Heartland, alimentan a 50,000 niños diariamente.

Son demasiadas las experiencias para poder contarlas, pero me surge una experiencia una tarde en la escuela Del Cramer fundada por los Blessmans. El programa después de escuela que alimenta a más de 200 estudiantes no ha recibido su envío de caza silvestre que reciben de turistas cazadores internacionales quienes ejercen su “licencia para matar” y luego donan la carne a varias escuelas en el área. Entonces, el creativo personal de la cocina comenzó a preparar un platillo de patas de pollo y “pap,” un tipo de mezcla de polenta y fécula de maíz que es muy popular en Sudáfrica. Los niños devoraron con gusto en su comida sin carne que le sirvió nuestro equipo misionero, quienes no necesariamente estaban tan hambrientos como para preparar un plato para ellos mismos. Pero pudimos conectarnos y reír con ellos después al conversar en hermandad, alabanza y diversión sobre historias inspiradas por la fe en un Dios quien asume forma de carne.

Son niños como éstos que nos encontramos en Sudáfrica quienes sin duda me saltan a la mente en medio de mi abstinencia de los viernes, en solidaridad de espíritu y esperanza de que nuestro mundo vuelva a estar unido en nuestro deseo común de estar en paz los unos con los otros, y que tengamos todos la oportunidad de prosperar en una escala humana y en santidad personal. Quiero ser agradecido, no solamente los viernes, pero todos los días, del más simple de los placeres, la comida que nutre nuestros cuerpos, mientras nos mantenemos obedientes a los llamados a la gracia que restauran el equilibrio en la vida y en favor de todos.

Bishop Joensen

The Most Rev. William M. Joensen, Ph.D. was ordained and installed in 2019 as bishop of the Diocese of Des Moines. Born in 1960, Bishop Joensen completed studies at the Pontifical College Josephinum in Ohio and was ordained a priest in 1989. He earned a doctorate in philosophy at The Catholic University of America in Washington, D.C. in 2001. He has served in parishes, as spiritual director at St. Pius X Seminary in Dubuque and in a variety of roles at Loras College in Dubuque.