Peregrinos de Esperanza

by Bishop Joensen | December 18, 2024

Obispo William Joensen

Esta Noche Buena en Roma, el Papa Francisco va a inaugurar el Jubileo Ordinario del Año 2025 abriendo la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. Este es probablemente el mayor evento dentro del catolicismo desde el inicio del milenio en el año 2000, más aún incluso que el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el 2015. Este Jubileo lleva el tema, “Peregrinos de Esperanza.”

Por pura curiosidad, estuve repasando las oraciones correspondientes, incluyendo los prefacios, de las Misas de Noche Buena y de las tres Misas del Día de Navidad. En ninguna de éstas se menciona la palabra ‘esperanza.’ ¿Por qué será? Creo que esto dependo en lo que entendemos por esperanza y en la dinámica de nuestras vidas. El Santo Padre, en su “Bula” declarando el Año Santo, “La Esperanza No Defrauda” (ver Romanos 5:5), describe el sentido de esperanza que es familiar para todos: “En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana” (Spes non confundit/SNC n. 1).  Santo Tomás añadiría que un elemento clave de la Esperanza es que el bien que se busca no es algo seguro pero que puede lograrse con dificultad – puede convertirse en algo real para nosotros. No espero una luna llena, pero espero que los investigadores descubran una cura contra el cáncer. Por lo tanto, me gusta la definición de esperanza que nos ofrece Lance Morrow, el recientemente fallecido ensayista de la Revista Times: “La esperanza es la bondad en una situación difícil.”

Entonces, cuando se nos presenta el bien que hemos estado buscando y nos llenamos de alegría, la esperanza se desvanece porque hemos logrado nuestros tan esperados deseos. Así en la Navidad, cuando finalmente llega el Mesías prometidos por años al insignificante establo de Belén y es anunciado por los ángeles a los pastores, adorado por los Magos como el destino del largo trayecto desde Oriente, y meditado por María quien tomaba en su corazón todo lo que se decía y hacía su hijo, entonces la esperanza sale de escena y la celebración contemplativa llena de maravilla toma su lugar. Estando ante la Escena de la Natividad o el tabernáculo, los obispos latinoamericanos, en su documento de Aparecida nos motivan, “Estamos ante Cristo y en su presencia, ‘el amor se detiene, contempla el misterio y lo disfruta en silencio” (ver Dilexit nos/DN n. 57).

Pero el gozo de la Navidad en este lado de la moneda incluso para los hijos de la nueva Eva, María, no es perdurable – para bien o para mal. Cuántos niños y adultos, luego de abrir sus regalos de Navidad y de haber recibido las cosas que tenías en su lista, sintieron que se derretían otros deseos internos en vez de simplemente enforcarse en lo que han recibido. La esperanza parece superficial cuando no está fundada en una profunda gratitud por la presencia (no por los presentes) que Dios mismo nos da en su Hijo.

Más virtuosamente, Jesús, incluso cuando lo acaricia María, es un niño en movimiento, con una misión que cumplir. Nuestro Infante Señor parte del establo en Belén: a ser presentado en el Templo en donde es aclamado por Simeón y por Ana, quienes han estado esperando fielmente por este niño lo que parece ser una eternidad. La esperanza de sus vidas se ha cumplido, incluso a la vez que ellos motivan la fe en nosotros de que el drama de la salvación apenas comienza a desarrollarse.

Jesús huye a Egipto con sus padres para escapar de la furia de Herodes. La Sagrada Familia regresa a Nazaret eventualmente, en donde cada año, como judíos responsables, van a Jerusalén para la Pascua. Es ahí donde la identidad de Jesús como el Hijo de Dios se manifiesta nuevamente en la intimidad que conlleva al hablar en la casa de su Padre.

El último peregrinar de esperanza para Jesús y para todos los católicos y cristianos es el camino de nuestras vidas desde que entramos al mundo hasta con el Padre en el cielo. Como nos recuerda el Papa Francisco, “Jesús desea raernos al Padre. Es por esto por lo que, desde el principio, las predicaciones de la Iglesia no terminan con Jesús, sino con el Padre.” Como uno de sus predecesores, San Juan Pablo II, menciona, “la plenitud de la vida cristiana es una gran peregrinación a la casa del Padre.” “La vida de Jesús entre nosotros fue un camino en respuesta a el constante llamado de su corazón humano a venir al Padre” (DN nn. 70-72).   

Qué apropiado es que la observación del Año Jubilar en la Diócesis de Des Moines va a comenzar oficialmente el domingo 29 de diciembre, la Fiesta de la Sagrada Familia. Comenzaremos con una mini peregrinación portando la reliquia de la Verdadera Cruz de Cristo del Centro Pastoral Católico en el centro de Des Moines al otro lado de la calle hacia la Catedral de San Ambrosio, en donde celebraremos a las 3 pm la Misa de la Fiesta con el clero y los laicos de la Diócesis. ¡Por favor consideren unirse a nosotros!

Y de allí, ya sea como individuos, grupos pequeños o entre parroquias, se llevarán a cabo las peregrinaciones hacia las cinco iglesias designadas específicamente a lo largo de la Diócesis durante el Año Jubilar. (Para más detalles favor de leer el artículo incluido en esta edición de The Catholic Mirror en la página 3). Estas peregrinaciones deben llevarse a cabo en esperanza, y deben ser experiencias que fortalezcan e intensifiquen nuestra esperanza personal. Estos deben ser encuentros con el amor divino infinito y humano de Jesús que radia desde su corazón Eucarístico en el tabernáculo, en la custodia y preminentemente en la Santa Misa.

Otras devociones “decorarán” aún más nuestra esperanza al tomar tiempo en oración y permitiendo que Jesús no entregue su afecto hacia nosotros, su deseo de acompañarnos en cada paso del camino que ha planeado para nosotros. El tercer y final año de nuestro Reavivamiento Eucarístico nacional se converge con el Jubileo en el llamado del Reavivamiento de “caminar juntos” orando, invitando y acompañando a los demás como una “fiesta ambulante” migrando hacia la fuente y meta de toda la misericordia y vida de Dios. De nuevo. El Papa Francisco: “La esperanza nace del amor y se basa en el amor que surge del traspasado corazón de Jesús en la cruz” (SNC n. 3).

“La felicidad es nuestra vocación humana, una meta a la que todos aspiramos” (SNC n. 21).  Nuestro buen Dios quiere que vivamos la felicidad como lo tiene planeado para nosotros. Él desea que las semillas del Espíritu que ha sembrado en nuestros corazones por la gracia del bautismo y de los demás sacramentos, tomando la palabra de Dios en nuestros corazones, dejándola que haga raíz y que crezca al acompañarnos los unos a los otros en comunión de presencia, aceptación mutua, y una alabanza más perfecta y agradecimiento a nuestro Salvador.

El momento central que se nos ha encomendado en este Jubileo es el encuentro con Jesús en el sacramento de la reconciliación, ya que todos tenemos tensiones y rompimientos directos en las relaciones que debilitan nuestra esperanza y que reducen la experiencia de la comunión. Y en el corazón de corazones, sabemos que nosotros mismo somos al menos la causa parcial de estos insultos a la esperanza. Todos nosotros hemos pecado alejándonos de la gloria de Dios (ver Romanos 3:23). Todos enfrentaremos el juicio de Dios tarde o temprano. Nuestra esperanza nos llama directamente a presentarnos a nosotros mismos como peregrinos ante Jesús, el juez justo, en la persona de un sacerdote confesor. Todos nos encontramos en algún momento en los puntos más difíciles hasta que Dios restaura la bondad que genera su amor, la esperanza que sana, la amistad que nos ofrece.

El sacramento de la reconciliación es una receta de esperanza renovada. El fallecido Papa Benedicto anticipó nuestro presente Jubileo al reflexionar en “Esperanza que Salva”: “Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal. Así, mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte.” “Nunca es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es inútil… Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí.” (Spe salvi n. 48).

¡Qué Dios derrame las gracias de una esperanza renovada y un sentido de conexión profunda con Jesús y con aquellos a quienes ha puesto en sus vidas en nuestro acompañamiento mutuo en este Año Jubilar!

Bishop Joensen

The Most Rev. William M. Joensen, Ph.D. was ordained and installed in 2019 as bishop of the Diocese of Des Moines. Born in 1960, Bishop Joensen completed studies at the Pontifical College Josephinum in Ohio and was ordained a priest in 1989. He earned a doctorate in philosophy at The Catholic University of America in Washington, D.C. in 2001. He has served in parishes, as spiritual director at St. Pius X Seminary in Dubuque and in a variety of roles at Loras College in Dubuque.