¿Extranjero o Peregrino?

by Bishop Joensen | March 26, 2025

Obispo William Joensen

Tal vez no tenga el efecto dramático del “Había una vez,” o “Hace muchos años, en una galaxia, muy, muy lejana,” pero para el judío que participa activamente, el consejo de Moisés en Deuteronomio 26:5 de presentarse a uno mismo ante Dios y repetir estas palabras tiene un efecto muy importante: “Mi padre fue Arameo errante quien bajó a Egipto con unos pocos y vivió allí como extranjero.”

Porque los judíos, como pueblo de Dios, tienen una historia en común que no es un cuento de hadas o una película taquillera; si no una historia que se remonta en sus orígenes de Abraham, Isaac, y José. Es una historia de migración y de condición de extranjero, de opresión y liberación de los poderes establecidos. Es una historia de conversión de la condición de extranjero a residente. En el que ya no se identificaba a uno por el lugar de donde migraron, o por su vagar por el desierto, si no por el destino hacia donde van en peregrinación. Ser un peregrino conocido por su esperanza.  Es una historia de promesas que Dios cumple, de una alianza donde fluyen la leche y miel y en donde las lágrimas y la angustia se calman.  Porque Dios salva. Y la respuesta adecuada es confiar, cumplir su palabra, ser fiel y dar gracias. Ser un peregrino reconocido por su esperanza.

Moisés dice, no se presenten con las manos vacías, cuando digan, “Mi padre fue un arameo errante…” traigan una canasta con ofrendas, llena de sus primeros frutos. La canasta demostrará lo agradecidos que son. Y más allá de los contenidos de las canastas, la ofrenda que complace más a Dios es la tierra de nosotros mismos, o los contenidos de nuestras propias historias, nuestros orígenes, aspiraciones y fracasos, de pascuas y de persistencia a pesar de todo, seguros de que Dios cumple con sus promesas.

Cuando es tiempo de dar a Dios loque le corresponde y haciendo sacrificios en estas semanas de Cuaresma, no nos quedemos atrapados en el juego de la comparación, como sucedió mucho antes de Abraham cuando los hermanos Caín y Abel hicieron sus respectivos sacrificios y Caín se puso celoso porque la ofrenda de Abel complació más a Dios – porque Abel daba de su corazón y no retuvo lo mejor de sí. Que Caín haya asesinado a su hermano es parte de la historia – parte de nuestra historia – y sabemos que, a consecuencia, Caín y su clan fueron condenados a vagar por la tierra sin consuelo. Pero nosotros no decimos “mi padre fue un asesino errante,” porque Dios interviene una y otra vez, transformando nuestros orígenes en una historia de salvación y de esperanza.

Al igual que nuestros ancestros judíos, parece que los humanos no podemos soportar la prosperidad. Los primeros frutos se marchitan cuando ponemos a prueba los límites, cuando jugamos con la tentación, flexionamos tontamente nuestra libertad y nuestros propios deseos en donde parece inevitable que alguien ca a salir lastimado – otros y nosotros mismos. Satanás continúa acechando al mundo como un león rugiente, buscando a personas distraídas para tentarlos, seducirlos y empujarlos al extremo de la desesperación. La tierra prometida donde manan la leche y la miel se transforma por el pecado humano y por su búsqueda propia en un desierto hecho por el hombre en donde no hay consuelo – por días, meses, años, siglos.

Los judíos no son los únicos que están familiarizados con el exilio, o la condición de extranjero autoimpuesta. Es nuestra una tendencia humana común. Necesitamos un Salvador que honre nuestros orígenes, nuestros diversos capítulos de vida, pero que también reescriba la historia de una vez por todas para demostrar que la esperanza que Dios inspira está bien fundada. Puede que conozcamos la debilidad, la tristeza y la vergüenza, los trituradores de llantas en nuestro camino de vida, pero estamos pasando a algo más grande que los que este mundo nos ofrece.  Estamos destinados a la Vida del Reino donde ni siquiera la muerte tiene poder definitivo sobre nosotros. Dios nos salva, librándonos de todo mal, así como rezamos y esperamos en la oración del “Padre Nuestro”.

Así que seamos judíos o gentiles de origen, hombre o mujer, joven o viejo, latino o anglo, Karenni, Eritreo, estudiante, adulto mayor, casados, solteros, heterosexual u homosexual, más allá de la conocida frase, “Mi padre fue un arameo errante,” hay palabras que deben estimular más aún nuestros corazones conforme entramos con mayor intención a la Cuaresma: “Lleno del Espíritu Santo, Jesús regresó del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto durante cuarenta días, para ser tentado por el diablo” (Lucas 4:1). Jesús se pudo haber mantenido distante de nosotros, ofreciéndonos solamente una opción de reunión virtual desde su ubicación remota. Pero a cambio él viene AQUÍ – a nuestro desierto hecho por hombres, en donde ni él ni nosotros estamos libres de la tentación. Él no se aferra a ser Dios, nos ejerce sus poderes supernaturales cuando se le provoca. Él se mantiene plenamente Dios y humano, incluso cuando no se le perdonan las pruebas que lo confrontan, que nos confrontan. 

Jesús nos muestra que la vida en Espíritu – la vida de gracia otorgada en todos los sacramentos, resaltada en la parte inicial de la peregrinación de fe en el Bautismo, la Confirmación, y la Eucaristía no nos da inmunidad ante las pruebas y la tentación. El Espíritu nos equipa para lidiar con ellos en los términos de Dios: con humildad, resistencia, sabiduría y fe.   El Espíritu nos ayuda a recordar la palabra de Dios que hemos estudiado y orado; nos recuerda que pertenecemos a Dios y a otros en la Iglesia que confiesan con nosotros que Jesús es el Señor, que resucitó de entre los muertos y que nos escucha cada vez que invocamos su nombre.

Mi esperanza y mi oración como su obispo es que ya hayan sentido el gozo del Evangelio, cultivado conexiones y encontrado nuevas relaciones que puedan desarrollarse en amistades tanto con Jesús como con nosotros. Espero que se consideren a sí mismos menos como extranjeros en la familia de la fe y más como un peregrino entre peregrinos. Porque, aunque ustedes, al igual que todos nosotros, hayan errado en ciertos puntos de sus vidas, están siendo llamados a salir de la oscuridad hacia la luz, a buscar el rostro de Jesús en todas sus diferentes apariencias entre la gente en su vida.

Y al igual les exhorto y les advierto que cuando ustedes se adentren con vigor en estas semanas de Cuaresma, dirigidos hacia la fuente Pascual del bautismo y el altar de nuestro banquete Eucarístico, no deben sorprenderse al sentir de alguna forma el aliento del Maligno sobre ustedes, porque lo que él realmente quiere es descarrilarlos de su peregrinar.

Tal vez enfrenten la tentación de lanzarse del parapeto del templo, pero como nos relata el biógrafo Padre Timothy Gallagher, OMV, el Venerable Bruno Lanteri, fundador de los Oblatos de María, expone las clásicas tácticas de Satanás, enemigo de Cristo y del Espíritu Santo. Lanteri nos aconseja: “¿Te pesa tu pasado? ¿Las fallas y los pecados de tu pasado son una carga para ti?” ¿Hacen ellos que sea difícil creer – realmente creer – en la profundidad de tu corazón que Dios te ama? ¡Ten por seguro que esta no es la voz de Dios! Nuestro enemigo trabaja específicamente en nuestras vulnerabilidades, causando este sentido de lastre.”

El demonio se burla: “¡Mírate nomás! Mira que poco progreso has logrado este año, en los últimos años, en los últimos meses. ¿Qué te hace pensar que este año va a ser diferente? Nunca vas a conseguir un progreso real.” Nuevamente, estén prevenidos: esta no es la voz del Espíritu, pero del enemigo.

Para atravesar estos tiempos desérticos, no dependemos de nuestro poder ni de nuestras habilidades; Lanteri nos aconseja que “necesitamos solo dos dones de gracia: un corazón humilde y un corazón lleno de esperanza en Dios. Pídele hoy a Dios por estos dos dones. Ahora mismo.” “Porque Jesús en la Cruz los mereció para nosotros” (Gallagher, Overcoming Spiritual Discouragement, pp. 22-23).

Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, quien carga con su propia Cruz, su propia aguda vulnerabilidad presente, nos dijo en una ocasión, “Esta es la clave de nuestra salvación, la llave para tener paciencia en el camino de nuestras vidas, la clave para superar nuestros desiertos: ver hacia el Crucifijo” (18 de marzo, 2018). Más aún, “Pensemos profundamente sobre el sufrimiento de Jesús y digámonos a nosotros mismo: Esto es por mi bien. Incluso si yo fuera la única persona en el mundo, él lo hubiera hecho. Lo hizo por mí. Besemos el Crucifijo diciendo, “Por mi bien. Gracias, Jesús. Por mí” (16 de abril, 2014; ambas incluidas en Gallagher p. 75).

Jesús hizo todo lo que hizo por cada uno de nosotros. Pero no para que permanezcamos ajenos de Dios o a los demás. Somos parte del pueblo que le ofrece a él su propio regalo personal. Y él nos lleva con él a la Cruz para darse a nosotros, y entonces devolvernos a nosotros mismos llenos del Espíritu que lo guio al desierto, luego al Calvario, y entonces a la vida. No debemos vagar, si no maravillarnos ante tal amor – un amor que nos salva y nos une en nuestra peregrinación de esperanza. 

Bishop Joensen

The Most Rev. William M. Joensen, Ph.D. was ordained and installed in 2019 as bishop of the Diocese of Des Moines. Born in 1960, Bishop Joensen completed studies at the Pontifical College Josephinum in Ohio and was ordained a priest in 1989. He earned a doctorate in philosophy at The Catholic University of America in Washington, D.C. in 2001. He has served in parishes, as spiritual director at St. Pius X Seminary in Dubuque and in a variety of roles at Loras College in Dubuque.